Reseñas: "Elijo" (de N. Romero) por Mariano Massone / Revista Plebella nº22

RESEÑAS

ELIJO
Natalia Romero
Editorial La parte maldita, Bs. As. 2011

Por Mariano Massone

Cuando conocí a Natalia, ella me leyó un poema que se llamaba Cubanitos. Sólo me quedó una frase: “los como como choclo”. La repetición insoportable de la vocal o y de la fricativa c hacía preciosa esa frase, inolvidable (como la misma Nati ). Y es que ella es una escritora de la belleza. Como decía Perlongher, uno puede hablar de un sifón desvencijado y un mantel a rayas pero debe hacerlo de manera bella, tiene que sonar lindo. Y Nati lo hace. A veces, no se necesitan grandes artefactos: un sifón, una montaña, el mar, las migas y esas frases que decimos todos los días. Nati no le tiene miedo a esas muletillas: “y así fue”, “y nada más”, “y eso”, “o qué”. Ella nos quiere contar de sus muchos sexos, su elección es una orientación política y deseante (tiene la potencia de las múltiples potencias).

El viento eleva, transforma, transmuta, lleva las nubes, las lluvias de un lado para el otro. Y Nati, mi amiga Nati, camina por un cuerpo que es ruta, paisaje: “camino por tu espalda que no se curva,/ que deja mis pies pisar la piel como caricia” . Lo ínfimo se puede encontrar en lo mayúsculo y viceversa: “los ojos tuyos el universo entero” . De esta manera, no hay separación, un límite claro entre las cosas: todo se exuda, se expulsa o se ingiere como sistemas porosos que se van interpenetrando. El agua que corre abajo del puente de pronto se convierte en un grito sexual “me corro” (en España, correrse es lo que en Argentina es acabar en el acto sexual).

No sólo se habla de flujos de la naturaleza con el humano (el aire que se respira, la comida que se ingiere) sino también de los flujos entre los humanos y, es más, la naturaleza parece reproducir a modo de caricatura, de comic, imágenes de la actividad sexual: “puede ser una nena que trepa a la cima y chupa/el árbol como un helado gigante de vainilla” . Este gesto de comic recorrerá todo el libro, una fellatio hiperbólica de lo natural tamizada por una inocencia infantil (recordemos que ningún infante es inocente, sino en su estructura de perversos polimorfos, como los llamaba Freud a los niños). Nati es aniñada pero tiene también la perversión del niño.

Si Nicolás Rosa llamaba a la poética de Perlongher una ortofonía abyecta (Néstor navegaba entre cadáveres y cuerpos zombis, produciendo sonidos del orto), podríamos reformular esa figura para la poética de Nati: una homeofonía amorosa. Es homeofónica porque en la repetición exacerbada de sonidos muestra una nueva forma de curandería del amor. Ese gesto homeopático de su escritura se conjuga con su conexión de todo con todo, con su concepción de sistemas algodonosos que se extraen y se sustraen, que condensan y desplazan: “ me caí de la cama la otra noche. Rodé hasta el suelo casi me mojo los pies. El mar helado lo grabamos en un casette.”

Desde la cama desplazando hasta la playa, o la playa-cama muestra esta conexión dislocada de lugares comunes que forman esta figura homeofónica: todos los tránsitos que se recorren unen lugares desunidos, distantes. Como la máquina de coser en una mesa de disección, los recorridos que el yo atraviesa son lugares dispersos y distantes. Los sexos también serán dispersos y distantes, puesto que todos (el yo, el vos y esa no-persona, el él) pueden tener n-sexos: “estabas ahí adelante toda para mí. Yo una niña redonda en tus brazos. Eso era yo. Eso quiero ser. (…)me diste la mano y fuimos hasta él. Estaba de barba blanca como siempre, de brazos abiertos para amarte. Te esperaba. Los vi besarse tan apasionadamente que sentí vergüenza.”

Una niña que no termina de ser niña, que quiere ser niña, en ese momento, temporalmente ¿una trans en su momento de cross over, cuando se mira al espejo y ve su lenta transformación? Y ese hombre de barba (quizás ese Dios de comic, de dibujito animado) que ama poderosamente. A todo esto, el decoro metido en medio, la vergüenza… Esta imagen disloca homeopáticamente todos los lugares comunes: ¿Qué sexo tienen esas dos supuestas niñas, cuál es su objeto de deseo? En fin… repetimos la pregunta tan vieja ¿Qué es lo que quieren las mujeres? Y agregamos otra ¿Quiénes son mujeres? Cuando a mi novio le digo “ahh… estás preciosa”, ¿Es mujer mi novio por ese enunciado? ¿Existen las identidades o éstas están ligadas a las orientaciones de vida, al devenir temporal o espacial de un sujeto barrado por el lenguaje? ¿Se elige racionalmente un género o existe dentro de nosotros ese laberinto que damos en llamar inconsciente? ¿Y la naturaleza, el ADN que tiene que ver con todo esto? ¿Cómo se relaciona lo biológico con eso intangible que llamamos alma?

Nati parece surfear libidinalmente por esos ambientes poéticos, desarticular desde la aventura del lenguaje las elecciones para mostrarnos que todo no es tan fijo como creemos, que las configuraciones del alma son configuraciones complejas y dinámicas. El libro de Nati nunca se termina. El fin se da en su materialidad pero nunca en el dinamismo que propone.

Me conseguí un sifón color naranja. voy a llevarlo a lo de Josefina para ponerle soda al Cinzano con mucha gracia. en cada vaso un chorro de amor. la soda efervesce el momento. tengo que tener siempre un sifón para enamorar a mis amores. si dejo todo librado al azar la vida se me escapa. sólo Cinzano y soda. ésa es la clave. el amor está delante tuyo, sólo hay que saber bajarlo.

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